Samuel Gómez Patiño
“El 9 de octubre de 2012, los
talibanes me dispararon en el lado izquierdo de la frente. También dispararon
contra dos amigas mías. Ellos pensaron que las balas nos iban a silenciar, pero
fracasaron. Y de ese silencio nacieron miles de voces. Nada ha cambiado en mi
vida, excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza murieron para
siempre. Nacieron la fuerza, el poder y el coraje” Malala Yousafzai, Premio
Nobel de la Paz en 2014. Tomado del libro Yo soy Malala, de la periodista
Christina Lamb.
La semana pasada platicábamos como un líder debe estar preparado para los reflectores, ya que al estar al frente de algún grupo somos susceptibles de ser vistos en todo lo que hacemos, de cómo nos vestimos y nos comportamos; no todos están listos para ser observados y la mayoría de las veces criticados y no siempre de buena manera. Conozco líderes que hasta de su sombra se molestan porque los refleja más chaparros.
Como ya habíamos comentado, aunque algunas personas nacen con algunas cualidades para ser líderes, no significa que lo logren; en cambio, algunos otros, que pensaríamos que difícilmente puedan dirigir algún grupo, de pronto las circunstancias los pone al frente de la organización para guiarla a buen recaudo.
Cuando me entere de la niña a la
que en el 2014 le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, siendo la más joven
galardonada y además una mujer, empezó a interesarme su historia. Malala, la
niña que empezó un blog a sus 11 años para escribir sobre la vida bajo el poder
de los talibanes y la lucha de su familia por la educación de las niñas en su
comunidad, en el valle de Swat de su tierra natal Pakistán, convirtiéndose de
esa manera en el objetivo mortal de los talibanes.
“Yo no hablo por mí, sino por
aquellos cuya voz no puede ser oída. Aquellos que han luchado por sus derechos.
Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratados con dignidad. Su derecho a
la igualdad de oportunidades. Su derecho a ser educados”. Parte de su discurso
al recibir el galardón nos demuestra la convicción de esta mujer por defender a
su pueblo, la creencia de que un pueblo educado es un pueblo con mayores
oportunidades y de que la igualdad es universal porque es para todos los seres
humanos sin importar el género, la religión, la raza o el país.
La narración de su historia nos
debe estremecer, como a sangre fría alguien puede llegar con un grupo de niñas
y darle un balazo en la cabeza en nombre de un Dios que habla de la paz, pero
que los hombres que la interpretan prefieren callar a las voces que alimentan
la mente de las personas que mantienen la fe en la humanidad, que aceptar la
divergencia de opiniones porque pueden cambiar su estatus quo de poder. ¿No
será ese Dios el que permitió a Malala sobrevivir, poniéndola en manos de
personas brillantes que la operaron y la cuidaron, además de gente noble para
trasladarla a otro país donde se pudiera realizar el milagro de vida?
A veces el destino nos pone lecciones en el
camino y cuando nos damos cuenta ya estamos al frente de los demás, en el
aparador. Si estábamos preparados para ser el guía de ellos, la transición será
muy fácil, pero a veces no es de esa manera, y tendremos que aprender sobre la
marcha, de los errores, de los que guiamos, de las circunstancias. Malala es un
ejemplo. Siguiendo los ideales de sus padres, de su religión y de su ser, del
alma libre que ella tiene y que quiere ser mejor y donde aprender es su camino,
se pone en el aparador para llevar sus sueños de igualdad no solo en su tierra
natal, sino también alrededor del mundo.
Un buen líder debe tener
profundamente enraizados valores que lo hace ser una mejor persona y, en su
caso aprendidos de sus padres y por la
convicción de que tiene el derecho a aprender, no a pesar de ser mujer,
sino porque precisamente entiende que no es derecho de género, es más bien de
humanos.
“Un niño, un profesor, un libro y
un lápiz pueden cambiar el mundo”, palabras del discurso de Malala que retumban
en mi mente poderosamente, ya que pienso que sin importar mis creencias
religiosas o políticas todos tenemos el derecho universal al conocimiento y así
tener la sabiduría para hacer de nuestro planeta la casa en la que queremos
vivir. Malala, símbolo de la Paz Mundial.
El líder aprende de sus errores, ¿y
tú, que has aprendido? Hasta la próxima semana.
Me gustaría leer tú opinión, puedes
escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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