Del
libro colectivo Carillón (Tinta Fresca, Colectivo de Artistas
Integrales, 2016), que fue presentado hace exactamente una semana en
Guadalajara, he elegido al azar algunas de las prosas que bajo el título Viajes inesperados escribí en noviembre
de 1997 con enorme asombro y temor por motivos que no viene al caso explicar
ahora, pero que quizás el posible lector descubra si recorre las líneas que a
continuación siguen y que comparto después de casi veinte años.
RECONSTRUCCIÓN
Desde
los ventanales del edificio en donde me encuentro, observo los lentos y
delicados trabajos de la reconstrucción. A un año de haber sido evacuada por
considerarse peligrosa su habitación, ahora realizan labores en los cimientos
de la Inclinada Torre.
En
una de sus esquinas, cuatro hombres sostienen una conversación: a sus espaldas
montículos de tierra. Miran hacia la excavación —la imagen me recuerda las
zonas arqueológicas de Medio Oriente—: se dicen cosas que no escucho: mueven
sus manos rompiendo el invisible viento. El lento sol cae en sus cuerpos. Crea
sombras, multiplicándolos.
De
pronto descubro a sus pies una frágil escalera de madera que emerge de lo
profundo. Me inquieta sólo el recordarlo: en un sueño me he visto bajar
infinitas veces por un pasaje igual que da al Centro de la Tierra: atravieso
oscuros pasillos y bajo interminables escaleras metálicas. Toda la noche —así
lo siento en el sueño— el asedio de alguien que nos persigue —voy siempre
acompañado por distintas personas— me provoca el miedo que dura hasta el
amanecer. Y ahora mismo vuelve: como el polvo que levanta el paso del hombre
que cruza la Zona Restringida de la Inclinada Torre. Y su vuelo me exige que
mire hacia la avenida, en donde el anuncio del McDonald’s se eleva e interrumpe
la mirada hacia el descompuesto horizonte.
EL CIRCO
I
Han
vuelto los hombres del circo. En el campo en donde con extraordinaria armonía
física trabajan, ya está el andamiaje. Su ritmo, su armonía, su coordinada
labor, que realizan por ahora siete hombres únicamente, me recuerda
definitivamente que así debe ser el trabajo literario, sobre todo el narrativo,
en específico el novelístico.
II
Pronto
volveré a ver maravillas: las labores en el levantamiento de la carpa siempre
traen imágenes extraordinarias, llenas de perfección y constante sorpresa: al
menos para mí, que desde hace más de cinco años sigo con lujo de detalles la
llegada, el armado, y después el desmantelamiento.
Siempre
la maravilla de la escritura: siempre el ritmo de la vida que debe seguir...
LAS MARAVILLAS DE LA DESTRUCCIÓN
Los
hombres han continuado la reconstrucción de la Torre Inclinada. Trajeron
maquinaria pesada y pusieron al descubierto los cimientos. Han aumentado de
volumen los montículos de tierra en la Zona Restringida. Y de pronto aparecen
caravanas con cargamentos...
A
veces, cuando cruzo el pasillo del edificio en que trabajo, he imaginado que en
algún claro momento del día, cuando todos los que aquí laboran salen a sus
casas, pueda caer y provocarse una de las peores tragedias de la historia de
Eutropia.
(¿Y
qué tal si fuera de noche: cuando el silencio es un muro que describe mejor al
mundo? Todo sería en verdad una maravilla. La gente tendría ahora sí un tema
interesante de qué hablar. Tendrían algo nada superfluo qué contarle a sus
futuros nietos. Tendrían la esperanza de vivir mucho años para poder darles su
versión de los hechos a las generaciones de hombres que no miraron la caída de
la Torre Inclinada. Dejarían de vivir tan tontamente —como han vivido...)
LA PESADILLA
A
mi casa viene el Gran Gurú. Viene a despedirse ya que su fin está próximo. Me
encuentra acompañado de un amigo. El Gurú nos saluda y nos dice que el cáncer
lo acaba, que ya no tiene remedio, que su fin...
Miro
entonces su rostro: sé que no está triste, que ha vivido sus ochenta años
dignamente. Está más bien feliz. Pero. Su rostro demacrado es insufrible.
Abusando
de su amabilidad, mi amigo le pide permiso para leerle un poema. Él escucha con
atención. Nos mira. Como me es inevitable, yo busco en el arcón. Regreso a la
mesa cuando algo dice el Gran Gurú. Le digo que si puedo leerle un poema.
Asiente, amable. Me pongo los anteojos. Comienzo. Me equivoco. Pido disculpas y
vuelvo a comenzar. Me pongo más nervioso. Me equivoco. Pido disculpas y logro
avanzar apenas dos líneas. Le suplico que me perdone, que estoy muy nervioso.
Que.
Ahora
es él quien habla: —De las líneas que he podido adivinar digo que no estoy de acuerdo con la conjunción copulativa
e.
Se
levanta de la mesa: sale y se pierde en la oscuridad.
ZANATES
Algo
se dicen uno al otro.
En
el jardín de niños, bajo el rehilete de metal, una parvada de zanates bebe
agua. Los miembros honorarios de este sanedrín se pasean inquietos.
Desconfiados. Amenazantes. Se miran uno al otro. Se miran en el espejo de agua:
se contemplan largamente.
Igual
que los Poetas y los Escritores de Eutropia…
UNA TIENDA [AZUL] ÁRABE
De
las aguas del lago que forma la carpa —extendida en círculo en el llano
polvoso—, emerge mágica una tienda [azul] árabe. Los hombres trabajan
silenciosos: caminan por sobre las olas que se forman. Desde aquí se miran como
un sueño: irreales ante el mundo material que los circunda...
LA CARPA DEL CIRCO
Desde
aquí, la tienda del circo: imponente. Con seguridad los hombres que la desplegaron
como velas de una embarcación, trabajaron toda la tarde y la noche de ayer. Me
gusta tanto el ritmo en los quehaceres humanos; la musicalidad del trabajo; el
imparable movimiento; el curso de la vida. Donde apenas estaba hace unos días
un campo yermo y sin chiste, ahora se alza una grandiosa carpa de circo.
Mañana, sin duda, cubrirán la circunferencia y estará todo dispuesto para que
lleguen los animales, los artistas. Pronto todo esto se cubrirá de gente.
Yo
quiero estar aquí para mirarlo todo…
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