Samuel Gómez Patiño
En la columna anterior platicaba de
la importancia de, primero enlistar nuestras debilidades para después trazar
planes que nos ayuden a trabajar sobre ellas y en la medida de nuestras
posibilidades eliminarlas o aprender a trabajarlas y convertirlas en
fortalezas. También te comentaba que no creía en la suerte, sino en la
preparación para estar listo para cuando haya alguna oportunidad.
En mi lista de debilidades se
encuentra la timidez que desde pequeño me causo algunos problemas, como
permitir que se aprovecharan de mi simplemente por no atreverme a enfrentar la
situación o a pedir ayuda. Por ejemplo, el ser hostigado por el maestro de la
primaria por el solo hecho de que mi padre era ciudadano americano y como el
odiaba lo norteamericano se desquitaba conmigo, entre otras cosas no permitió
que asistiera a la Ciudad de México a conocer al Presidente de la República el
Lic. Luis Echeverría Álvarez, que entonces pensaba que era un honor, al fin y
al cabo era un niño. Tiempo después me atreví a comentarlo con mi mamá ya que
trató de hacer lo mismo con mis hermanos menores.
Así que al llegar a la universidad
seguía teniendo el mismo problema, me las arreglaba en las clases pero trataba
de no participar en público; podía ayudar a mis compañeros con asesorías
personales o en pequeños grupos, pero me invitaba algún maestro a participar y
entonces se me hacía difícil sobre todo enfrente de grupo. Curiosamente, un día
me vi en la necesidad de renunciar a la maquiladora donde trabajaba para
dedicarme a la escuela ya que al absorber la mayor parte de mi tiempo, me
estaba causando problemas con mis estudios,
ese mismo día una decisión le dio un giro a mis planes en la vida. Con
mucha dificultad (me resistí bastante) me contrataron en una escuela particular
para impartir clases, exacto para impartir clases; un verdadero lío.
Este suceso me ayudo para
dimensionar mejor mi problema, ya que cada mañana que me presentaba a dar mi
clase renunciaba, y así pasaron dos semanas. Ahora le doy las gracias a ellos,
mis primeros alumnos por su paciencia y porque me enseñaron de la importancia
de compartir nuestros conocimientos con los demás.
En mi último semestre de la
carrera, uno de mis maestros nos invitó a una reunión de un grupo cuyo lema era
“Para pensar, escuchar y hablar correctamente”, el club Toastmasters de
Tijuana. Nos explicaba que el fin de las reuniones era mejorar la comunicación
personal a través de las técnicas que se practicaban cada semana,
principalmente de la sección de tópicos (me gusta llamarle “asaltos mentales”)
y la presentación de piezas de oratoria de sus miembros.
En la sección de tópicos, el
responsable de dirigirla presenta una palabra a utilizar durante tu
participación de dos minutos y hace una pregunta a los socios e invitados (si
desean participar) y entonces improvisas con un pequeño discurso que incluye
una frase de entrada, saludo, cuerpo de la respuesta y la salida con una
reflexión al respecto. Mi primera vez…dos minutos en total silencio, mirando a
los miembros presentes, y al señalar el semáforo el color rojo (que anuncia que
el tiempo se terminó) me senté pero con el amargo sabor a la derrota y la
promesa de que no me volvería a pasar.
Total que encontré el lugar
perfecto para aprender a comunicarme en público, ya que al solicitar realizar
mi examen profesional con las puertas abiertas no solo tenía que demostrar mis
conocimientos sino también que me puedo comunicar sin importar lo grande que
sea un grupo. Los Toastmasters fueron para mí la mejor escuela para aprender a
comunicarme, usando el lenguaje tanto hablado como corporal, acudiendo a las
sesiones todos los viernes y participando constantemente en los tópicos,
discursos y representando a mi club en los concursos de oratoria. Fue todo un
reto pero logre lo que me faltaba para vencer mis problemas de comunicación en
público: confianza. Empecé a
participar en eventos como maestro de ceremonias, tanto en eventos sociales y
eventos universitarios, tomando mi
propio estilo que a la fecha les sigue gustando.
Mi examen, esa si fue otra
historia, El maestro cuando se dio cuenta que lo iba a presentar en público me
pidió que le agregara a mi caso práctico 10 preguntas que quisiera su servidor
que me hicieran. Cuando lo recibió y se dio cuenta que no estaban, me cuestiono
a lo que yo le comente, -no vengo a hacerme tonto, pregunte lo que usted crea
conveniente (lo que no he comentado es que el maestro no dominaba el área de
finanzas y de eso se trataba el caso a resolver).
Al final mi máximo orgullo, mi
padre sentado detrás, y mi madre y hermanos junto con el auditorio lleno
obteniendo mi título profesional.
¿Alguna vez te has dado cuenta la
influencia que tienes sobre las personas?
Me gustaría leer tú opinión, puedes
escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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