Alan Arenas
Inevitable,
y un hecho seguro en nuestra vida, es la muerte. De esta manera veían la muerte
los antiguos mexicanos, dentro de su compleja cosmogonía; como parte esencial
de la vida, una dualidad inseparable. Ver a la muerte como un proceso natural
era parte de su educación, era un honor llegar a ella; por ello el sacrificio
era un honor y normal en este contexto social. Si tomamos en cuenta que para el
mesoamericano la vida era una carga y al llegar a la muerte podían liberarse de
ese pesar llamado vida, sólo la muerte le permitiría llegar a otro nivel o
plano espiritual. Esta idea metafísica cedía una postura más simple para
aceptar la muerte de un ser querido, y festejar así, que estuvieran en un mejor
lugar.
Los
nahuatlacas tenían tres calendarios uno civil, uno religioso y uno cosmogónico;
debido a su forma de contar los días había ocasiones que los calendarios
coincidían en ciertas celebraciones donde estaba involucrada la dualidad vida
muerte, un ejemplo cada 52 años las fechas del calendario religioso y cósmico
terminaban y empezaban de nuevo sus cuentas, por ello era la celebración del
fuego nuevo. En este sentido la celebración del día de muertos parte de esta
coincidencia de celebraciones entre el religioso y el civil, este último con el
fin de temporada agrícola.
Básicamente
los antiguos mexicanos celebraran el fin de temporada de cosecha. Parte de esta
celebración es la de día de muertos MiquiIlhuitl (celebración de muertos), pues
era una forma de agradecer a los que ya no estaban en este nivel (la tierra) al
interceder ante los dioses por haber obtenido una buena cosecha; por ello se
realizaban ofrendas dedicadas a ellos, Mihkanamalistli (ofrendas a los muertos)
y compartir el primer banquete de temporada. En esta celebración denota el
pensamiento más puro de la ideología del nahuatlaca: el morir para nacer.
Esta
celebración se basaba en el maíz, específicamente en su nacimiento (marzo
-abril) y muerte (octubre –noviembre) como parte fundamental de su vida tanto
alimentaria como ideológica. Por este motivo es la importancia en el mundo
prehispánico, de esta conjugación de creencias, porque no sólo se celebra a la
muerte sino ese renacer del hombre. Ese agradecimiento constante a la naturaleza
de seguir, el respeto a la madre tierra.
Con la
llegada de los españoles, esta tradición se juntó con la visión romana de los
Fieles Difuntos, esta tradición europea, la estableció el Papa Gregorio IV, la
cual se celebra el 2 de noviembre. Gracias a esto fue fácil unir las dos
celebraciones creando un híbrido que continúa hasta nuestros días. Dentro de
las características que se implementaron en las ofrendas al unirse las dos
celebraciones fue el altar –que significa en latín alto o ascender- usado
principalmente en la religión católica-romana, gracias a esto se quedó el
nombre de “altar de muertos” en vez de ofrenda.
Un
elemento que ha sido matizado e incluso estigmatizado, con esta unión
europea-mexicana, es precisamente la adoración a la muerte. Con la conquista ésta
visión fue satanizada y la diosa de la muerte Mictecacíhuatl fue cambiada a una
versión más sutil. A nuestros días a llegado esa versión como Santa Muerte con
muchos seguidores en nuestro país. También se ha usado para realizar sátiras
políticas y es conocida como La Catrina- o la Garbancera para Posada.
Cada
elemento que hay en las ofrendas o altares de muertos pueden tener un sinfín de
significados, sin embargo, gracias al internet aunado con algunos concursos a
estandarizado tanto la forma de los altares como sus elementos y sus
significados, entrando a un proceso de marketing donde se globaliza la idea de
un altar y no permite que sea como su esencia principal es: una ofrenda
personal a los seres que ya no están con nosotros. Más allá de ser una tradición
prehispánica o católica, es una tradición mexicana.
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