miércoles, 16 de noviembre de 2016

El abandono de la zona de confort

Víctor Hugo Prado


Me había resistido a hacer algún comentario respecto al triunfo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos en ese martes negro. Un triunfo no previsto, que en México no se creía posible, nadie lo tomó en serio. ¿Cómo un loquito, provocador, hablador, estruendosos, amenazador, desfasado, iracundo podría ser presidente de la república de la nación más poderosa del mundo?. No, eso era probabilísticamente hablando, imposible. Fuimos sorprendidos, hemos llegado a un punto en las sociedades en que las certezas son mitos.




Hemos llegado a un momento en el que el estatus quo deja de serlo, con la elección de Trump por primera vez que no llega a la presidencia un político profesional como lo es la señora Clinton. Llegó un empresario empoderado, con un discurso diferente, de recuperación de los valores que le dieron una configuración a la nación americana, quizá de aquella que exterminó a los pieles rojas, para apoderarse de sus grandes extensiones de tierra.

Ahora los nuevas pieles rojas son los musulmanes y los latinos: los mexicanos, cubanos, guatemaltecos, nicaragüenses, hondureños, colombianos, en fin los que han llegado y seguirán llegando tras el sueño americano, que en su teoría, quitan oportunidades a sus compatriotas. Para recuperar el territorio perdido hasta ahora, en el discurso, Trump va contra ellos, por tres vías: una es sacar a tres millones de personas, los que tengan antecedentes criminales, pandilleros, traficantes de drogas. La segunda vía es dejarlos, pero en la cárcel; basta tarea tendrá, pues aparte de construir un muro tendrá que construir un importante número de prisiones. La tercera es impedirles entrar, para eso habrá un colosal muro, indignante y ominoso.
El problema de los migrantes en Estados Unidos no solo es de ellos, es el nuestro, recordemos que si se han ido, y si han traspasado la frontera es porque en México no encuentran las oportunidades de vida digna como el empleo, la salud, la educación, entre otros. La gente va a dónde las haya.

Por ello, el reto para México es mayúsculo, por un lado, para recibir a los deportados, seguro los habrá, hoy mismo el diario Milenio señala que el número de deportados en el periodo del presidente Obama fueron dos millones, en promedio equivale a 685 por día durante ocho años. Para los deportados hay que generar las fuentes de empleo necesarias, pero además generarlas para quienes se van incorporando a la vida económica activa.

Las instituciones del Estado mexicano deben tomar muy en serio el escenario y desplegar las medidas económicas, políticas, legales y diplomáticas necesarias para reducir el impacto de las medidas que impulse Trump. Ser reactivos si, pero también anticiparnos. Las posturas deben ser clara y contundentes, no al muro con recursos públicos de los mexicanos, pero tampoco que vayan a parar a los bolsillos de “duartes” o “padreses” o sátrapas de ese estilo. El triunfo de Trump representa salir de la zona de confort y redimensionar la estructura productiva, educativa, económica, social, de valores, cultural de México y los mexicanos. Hay ejemplos de naciones que han salido adelante frente a la más grave adversidad, ejemplos son Alemania y Japón. En México Se puede.


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